Cómo prevenir, y cómo curar un catarro. Durante el invierno no resulta tarea sencilla mantenerse al margen de catarros, gripes y resfriados, pero siguiendo estos consejos podrás hacérles frente de la mejor forma posible
Lo primero, ¿qué tengo, gripe, catarro, o infección de garganta? Los procesos de incubación pueden pasar más o menos desapercibidos, solo cuando los síntomas se manifiestan es el momento en el que saltan todas las alarmas. La mayoría de las veces es muy fácil saber a qué nos estamos enfrentando, pues la diferencia entre un catarro o resfriado común, frente a la gripe, es la agresividad de esta última, que toma forma de fiebre. Los resfriados (rinovirus, coronavirus) no siempre van acompañados de fiebre, y si lo hacen no superan los 38 grados (febrícula), además, la progresión es lenta, desde los primeros síntomas hasta el momento en que peor nos sintamos, casi seguro con abundante secreción nasal. La gripe en cambio (influenza), suele venir acompañada de una repentina y muy brusca subida de fiebre, por encima de esos 38 grados, junto con un malestar general. Las infecciones de garganta, de tipo bacteriano, se diferencian por estar muy localizados los síntomas y, a su vez, presentar placas, áreas de infección visibles como puntos blancos, especialmente sobre las amígdalas, junto con un intenso dolor, mucho más intenso que si la infección fuese vírica; siempre y cuando no estemos hablando de una leve faringitis. Éste es el único supuesto en el que sí podríamos necesitar antibióticos. Para resfriados y gripe, al ser infecciones de tipo vírico, no.
Siempre, los pies calientes. Prevenir los cambios bruscos de temperatura, estar siempre bien abrigado, y por supuesto evitar que nos caiga un chaparrón encima, son máximas que debemos cumplir a rajatabla, sin embargo, una que destaca sobre cualquier otra, es la que atañe a los pies. Ya sea por sudoración excesiva, ya sea porque nuestras botas de agua tengan más agujeros que la cuenta corriente, es posible que tus pies estén húmedos, y esto es algo que debes evitar. Cuando llegues a casa, lávalos y sécalos. Y si te has mojado más de la cuenta, dúchate entero.
Caldos, zumos y mucha agua. A veces, sobre todo en la primera fase de la infección, es posible que tengamos nuestro apetito intacto, y lo último que debemos hacer es darle trabajo en exceso a nuestro estómago con una comida o cena copiosa. Tu organismo necesita centrarse en la guerra que se está librando, y no puedes desviar recursos para acometer digestiones eternas. Nada mejor que sopas de pollo, caldos blancos, zumos, infusiones, como la menta, romero, tomillo o jengibre, y desde luego mucha agua, al menos la necesaria para reponer líquidos y fluidificar las secreciones.
Ajo, limón y cebolla. Estos tres ingredientes, habituales en toda cocina que se precie, son antibióticos naturales. Quizás no te gusten, y quizás no te sienten bien al estómago, pero si no tienes problemas en consumirlos, entonces no dejes de hacerlo. Un remedio casero muy extendido es el limón con miel, tomándolos calientes. Y no solo son útiles por vía interna, también externa. Uno de los remedios de la abuela, para combatir la tos, es poner una cebolla abierta sobre la mesilla de noche, junto a la cama; así dormiremos mejor, o al menos en teoría. Para la tos nerviosa o irritativa, suelen ir bien las pastillas o los jarabes de fosfato de codeina o dextrometorfano.
La higiene, fundamental. Ya no solo por ti mismo, sino por los demás, por la gente que convive contigo. ¿O acaso quieres extender la infección por toda la ciudad?. Lavarse las manos con jabón y agua caliente disminuye la posibilidades de contagio.
Guarda reposo: Mejor cama, incluso. Y si tienes gripe, ya no hay elección, cama sí o sí. El problema de los catarros es que, al ser sus síntomas a veces bastante llevaderos, no les damos la suficiente importancia, y seguimos con nuestra vida normal, con nuestro trabajo (a veces tampoco tenemos elección), y esto hace que el catarro no quede bien curado, y un proceso que suele durar unos cinco o seis días, puede estar dándonos la lata durante un mes.
Olvídate de los antibióticos. Virus y bacterias nada tienen que ver los unos con los otros. Los antibióticos se utilizan para combatir las infecciones que se producen por hongos y bacterias, pero no virus como son el de la gripe o el resfriado, catarro común. Solo en el caso que, cuando el virus ha sido vencido, y tras la enfermedad ha tenido lugar una infección secundaria, se recetan los antibióticos.
Vahos de eucalipto. Éste es un remedio clásico, y bastante engorroso de practicar. No todo el mundo tiene en su casa una sauna, ni todo el mundo tiene “ganas” de liarse al tema, y también, si se hace mal, puede ser contraproducente; pero bien hecho es un gran remedio. Hay muchas posibilidades, desde la más sencilla como dejar una pota hirviendo con hojas de eucalipto en la cocina (típico de la casa de la abuela y las cocinas de leña), lo que saneará el aire que respiramos, a dejar esa pota destapada en nuestra habitación, pasando por baños de vapor, toalla mediante, sobre nuestra cabeza, directos al pecho, garganta y fosas nasales. Importante secar bien el sudor después.
Descongestiona y lavar las fosas nasales con agua salada. Este es uno de los remedios más desagradables y difíciles de hacer, pero bastante efectivo. La congestión nasal, y la secreción, son muy incómodas, y nos harán depender de forma constante de los pañuelos de papel. En primer lugar debes a aprender a sonarte, no lo hagas con fuerza, y si puedes hacerlo tapando los oídos, evitarás extender la infección. Para descongestionar las fosas nasales tienes en la farmacia medicamentos como los antihistamínicos (Ebastina, por ejemplo), o simples caramelos, de los potentes, como Vicks Praims. Y no se te ocurra aspirar las secreciones, para luego expulsarlas por la boca.
Uso de medicamentos: Como ya hemos dicho, los antibióticos debemos descartarlos de inicio, sin duda alguna, y, a pesar de que el catarro y la gripe no tienen cura más allá de la que nos proporciona nuestro propio organismo, los síntomas tan molestos asociados que todos conocemos, sí disponen de una amplia batería de fármacos para combatirlos. Estos fármacos, por tanto, solo servirían para hacernos sentir mejor, paliar los efectos del resfriado, pero no para combatir la enfermedad. Los más habituales son el paracetamol y el ibuprofeno, ambos antipiréticos (ayudan a bajar la fiebre), analgésicos (palían el dolor) y, en el caso del ibuprofeno, antiinflamatorios. Sí padeces de estómago delicado, o quieres tomar un analgésico en medio de la noche, siempre opta por paracetamol. El ibuprofeno, al igual que las aspirinas, nunca debe tomarse con el estómago vacío. Otros fármacos habituales son aquellos que combaten la congestión y secreción nasal, así como la tos. En las farmacias podrás encontrar compuestos todo en uno: Frenadol, Couldina, o Disofrol, son algunos de los típicos.
Mejora tus hábitos de vida. Esto es una obviedad, pero no por ello deja de ser un factor fundamental. Los efectos en la salud de unos hábitos alimenticos adecuados, la práctica de deporte regular, reducir el consumo de alcohol, y evitar el tabaco, especialmente si estamos convalecientes, son factores a tener siempre en cuenta. Otro factor al que muchas veces no le prestamos atención, y es crucial, sobre todo para vencer la infección, es dormir bien. La falta de sueño y el stress son dos enemigos terribles para nuestra salud. Y, por último, no agobiarse. Los catarros al igual que las gripes son un proceso infeccioso que puede tenernos una semana fuera de juego, incluso más, pero no por ello debemos perder el buen ánimo, pues con mentalidad positiva, y el afecto de nuestros seres queridos, no solo el sufrimiento será más liviano, sino que también seguro que nos recuperaremos antes.
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